Un sismo de magnitud 6,2 sacudió este 23 de abril la ciudad de Estambul, generando alarma entre la población, pero sin dejar daños estructurales importantes. El epicentro se localizó en el mar de Mármara, cerca del distrito de Silivri, a una profundidad de casi siete kilómetros. A pesar del fuerte movimiento, las autoridades turcas informaron que no se produjeron afectaciones en carreteras, aeropuertos, trenes ni líneas de metro.
El temblor, que ocurrió a las 12:49 hora local, se sintió con intensidad en varias provincias del oeste de Turquía, incluyendo Tekirdağ, Yalova, Bursa y Balıkesir. Como medida preventiva, se activó el Plan Nacional de Respuesta ante Desastres (TAMP) y se suspendieron las celebraciones por el Día del Niño, una festividad nacional. En los distritos cercanos al epicentro se habilitaron zonas de acogida en parques y escuelas para quienes prefirieron no regresar a sus hogares.
En el centro de Estambul, especialmente en áreas como Beyoglu y la plaza de Taksim, muchas personas salieron a la calle por temor a posibles réplicas. Algunas lo hicieron con visible preocupación, mientras que otras continuaron con su rutina diaria, reflejando el contraste entre la alarma y la resiliencia habitual ante estos fenómenos. Solo se reportó la caída de un edificio abandonado, sin víctimas ni heridos.
El evento ha reavivado la preocupación por un eventual “gran terremoto” que expertos consideran inevitable en esta región, atravesada por una de las fallas geológicas más activas de Anatolia. Estimaciones municipales advierten que hasta 90.000 edificios podrían colapsar si se produce un sismo de magnitud 7,5, como el que azotó el sureste del país en 2023. Las múltiples réplicas tras el temblor han aumentado la inquietud en una ciudad que alberga a más de 16 millones de personas.