El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anunció la destitución de Lisa Cook, gobernadora de la Reserva Federal, acusándola de fraude en préstamos hipotecarios. Según la Casa Blanca, Cook declaró como residencias principales dos propiedades en Michigan y Georgia en 2021, lo que constituiría una “conducta engañosa”. La medida, inédita en la historia de la Fed, abre un debate sobre los límites del poder presidencial frente a la independencia del banco central.
Cook, designada en 2022 por Joe Biden y cuyo mandato debía extenderse hasta 2038, rechazó la decisión y afirmó que “no existe causa legal” para su despido. “No renunciaré”, aseguró la economista, quien además cuenta con el respaldo de su abogado, Abbe David Lowell, que adelantó acciones legales para frenar lo que calificó como un “intento ilegal” de remoción. Académicos advirtieron que las operaciones hipotecarias ocurrieron antes de su nombramiento y ya habían sido revisadas durante su confirmación en el Senado.
La destitución de Cook generó un fuerte impacto en los mercados financieros. Los bonos del Tesoro a corto plazo cayeron, mientras que los rendimientos a largo plazo subieron, reflejando expectativas de que Trump buscará una Reserva Federal más dócil y con tasas de interés más bajas. Analistas como Tim Duy consideran que, a diferencia de su primer mandato, la administración republicana esta vez intenta rediseñar de manera agresiva la composición del organismo monetario.
El caso también revive tensiones políticas, ya que Trump ha criticado de forma constante al presidente de la Fed, Jerome Powell, aunque descartó despedirlo a meses de que termine su mandato. La salida de Cook le abre al mandatario la posibilidad de consolidar mayor influencia en la Junta de Gobernadores, donde ya ha propuesto nuevos nombres cercanos a su administración. El litigio que se avecina no solo pondrá a prueba la autonomía de la Reserva Federal, sino que podría redefinir el alcance de la autoridad presidencial sobre las instituciones independientes en Estados Unidos.